Querido:
Y vi tantos soles en un abrir y
cerrar los ojos, que apareció en el silencio de la noche, una presencia
indescifrable. Vibración indiferente al borde del precipicio.
Todo era irreal en demasía, todo
era la ausencia de una nada.
Fijé por un instante el sol
entre los bordes de aquél muro, y no fui una mariposa de alas abiertas, fui un
trozo de piedra quieta, hendiduras de otros tiempos, filosa sombra entre resplandores.
Ebrio leopardo, como la braza
se aviva antes de extinguirse. Indómita cascada, manantial de la noche sobre
esta página, donde todos los lugares se intercambian. Festín para la censura,
ley que desnuda a la palabra y la hace un sacramento, una intención.
Nadie sube las áridas mesetas
sin cálculo perfecto.
Amante de la belleza, llevo en
mí el privilegio de los siglos, buscando un saber de lo que no hay. Pequeña
oscuridad, por donde nacerá el hombre que no tiene poderes.
No se que me indigna más, si la
furia o la hipocresía, la palabra o el silencio, la salvación o el peligro, el
vértigo o la calma. Dejo entonces que mis manos, escriban la medida de lo
inconmensurable, un no civilizado, un anterior.
Indómito el ser, ama la
crueldad de la verdad.
Amigo, alguien sueña un sueño
por mí.
Náufrago de un viaje que nunca
comando, navío sin capitán, las tierras firmes no forman mi destino. Vivo espacios
sin fin. Amé todo lo necesario y fui el máximo halcón en las alturas.
Ayer me perdí en un cuerpo, que
nunca será mi propio cuerpo.
Después, volví para escribirlo
(cartas del libro de L.S. "Blues para la Corona)
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